Entretanto, el chico había vuelto a la vida. Se sentó y se frotó los ojos. El ciego llamó a su padre.
-Hijito, hijito... -murmuraba el hombre, abrazándolo sin entender-. Qué te pasó...
-No me pasó nada, papá. Me quedé dormido y tuve unos sueños muy raros- dijo el chico.
El hombre se arrojó a los pies del viejo ciego y se los empezó a besar. Quería darle su casa, su fortuna, su vida.
Pero el viejo no quiso aceptar ni un centavo.
-Usted no puede darme nada, porque mi vida ya está terminada. Ya es tarde para mí. Podría haber destruido a esos demonios, pero ahora han escapado y están sueltos por el mundo. Me conocen, me odian y quieren vengarse. Van a matarme.
Y el viejo se fue con su bastón, cabizbajo, lleno de angustia, suspirando y despidiéndose de este mundo, mientras gruesas lágrimas caían de sus ojos ciegos.
Continuará...
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